Teníamos ganas de volver. Por diversas razones, hace tres años que no íbamos a ver amanecer desde la cumbre del Urbión.
Salimos de Burgos a última hora de la tarde, camino de la tierra de los pinares entre Burgos y Soria. Por un camino cada año más deteriorado para coches, llegamos al lugar donde íbamos a hacer noche y preparamos el suelo en el que pensábamos vivaquear antes de que se echara la noche. Cada uno, donde mejor le pareció: unos en solitario, otros en pareja, otros en “batería” como los coches en algunas calles.

La tierra de Alvargonzález
Cenamos con la última luz del día y siguiendo una tradición de décadas, Serafín nos leyó poniendo toda la emoción La tierra de Alvargonzález, la famosa leyenda que escribió Antonio Machado: “La tierra de Alvargonzález se colmará de riqueza y el que la tierra ha labrado, no duerme bajo la tierra”. Durante la lectura apareció un zorrillo que nos cayó simpático. No nos imaginábamos la noche que nos iba a dar.
Acabada la lectura y en una noche con multitud de estrellas, nos acostamos sabiendo que el descanso sería breve pues a las 4:30 nos levantaríamos. No terminamos de acomodarnos y aparece de nuevo el zorro dispuesto a quitarnos algo. Gritos de las chicas y revuelo general. Serafín le amenazó con un palo y le puso en huida con un grito más amenazante todavía.
La paz parecía retornar hasta que de nuevo un grito de una chica que sintió como el zorro mordió su esterilla y de otra que vio como arrastraba su mochila hacia el pinar más cerrado. De nuevo, todos despiertos y nuevas amenazas para el zorro.
Como el animalillo no terminaba de irse, optamos por hacer guardias de 45 minutos. Así mantuvimos a unos metros al animalejo que temía un palazo, pero no se alejaba porque aspiraba a quitarnos algo. A las 4:30 desapareció, cuando nos levantamos nosotros.

Comenzar la marcha
Recogimos todo, dejamos sacos de dormir en la furgoneta e iniciamos nuestra marcha. Entre pinos y maleza caminamos hacia la cuerda que une el pico Tres provincias con las peñas del Camperón, un poco antes del Urbión.
A medida que tomamos altura fueron desapareciendo los pinos y haciéndose más rastrera la vegetación, y a nuestra espalda aparecieron las lucecitas de diversos pueblos en el valle. Al llegar a la cuerda, vislumbramos la primera línea de luz en el horizonte y con enorme satisfacción descubrimos que el valle del Ebro estaba cubierto por un mar de nubes.

Avanzamos por la cuerda hasta que apareció la laguna de Urbión, en la provincia de La Rioja, con un color cálido que refleja el amanecer que tiene por encima en el cielo. Ascendemos las peñas del Camperón. Desde sus impresionantes paredones sobre la laguna de Urbión vislumbramos las montañas más elevadas del Sistema Ibérico.
Y llega ya el repecho final para llegar a la cima del Urbión. La ascensión es un poco incómoda porque tiene mucha piedrecilla redondeada que no deja apoyar con firmeza la bota. Y tocamos con las manos la roca de conglomerado de la cumbre. Los primeros llegamos unos minutos antes de que la bola de fuego empiece a aparecer por el este un poco desplazado hacia el norte. El cielo es de un intenso naranja y ya hay luz para leer.


El primer rayo de sol
La emoción es máxima cuando aparece el primer rayo de sol. Es de un rojo intenso y poco a poco va dando lugar a toda la circunferencia solar. Como está detrás de un mar de nubes crea unas sombras curiosas en las nubes. Parece que son una inmensa sábana, pero con las arrugas de no haber sido planchada. La comparación es trivial, pero no el momento que está lleno de belleza y emoción. Unos se dedican a vivir el momento mágico, otros a hacer fotos.
Cuando el sol ya no se puede mirar llega el momento de iniciar el descenso, ahora hacia la Laguna Negra, la que guarda bien los secretos, en boca de Antonio Machado. Antes, buscando el calorcillo del primer sol, sacamos las viandas que hemos traído para el desayuno. Cacao, café, pastas de esto y lo otro, frutos secos, algo de fruta.
Terminado el receso, los conductores volvemos donde se quedaron nuestros vehículos y los demás inician el descenso hacia la Laguna Negra. Mientras los conductores se dirigen al aparcamiento de la Laguna Negra, el grueso de la expedición camina por valles glaciares que dieron lugar a pequeñas lagunas camino de la más famosa, la Negra. Al llegar sobre ella, el paisaje sobrecoge por su belleza. Unos inmensos murallones de conglomerado caen a pico sobre la laguna, de un negro-verde.



En la Laguna Negra
Hay que bajar con cuidado pues la senda es muy pendiente con piedrillas sueltas entre enormes bloques de piedra oscura. Al llegar al pie del valle, se deja a la izquierda una hermosa cascada que a saltos diversos viene desde las lagunas de arriba. En la laguna descansamos un poco mientras contemplamos la belleza salvaje del paisaje. A estas horas, todavía no hay nadie. Después seguimos el descenso por la carretera, cerrada en verano, que conduce al aparcamiento donde nos esperan los conductores. Ellos, que han llegado antes, suben andando por la carretera hasta encontrarnos.
De allí bajamos a Playa Pita, un lugar de baño en el embalse que regula la cabecera del Duero: Cuerda del Pozo. Allí encontramos a familias enteras disfrutando del verano y refrescándose en las aguas tranquilas del embalse. Nosotros empezamos bañándonos, aunque tenemos sueño (el madrugón y el puñetero zorro) y hambre (hemos desayunado a las 7:30).
Comida y descanso. Algunos repiten el baño, otros charlan o dormitan. Al comienzo de la tarde iniciamos la vuelta a Burgos. Menos los conductores y algunos valientes, todos caen en los dulces brazos del sueño. En Salas de los Infantes, a medio camino, paramos para descansar y tener nuestro cambio de impresiones. Todo el mundo está encantado a pesar del madrugón y del zorro.

Visita a Puy du Fou
También programamos algunas actividades en agosto, un Oasis y una visita a Puy du Fou en septiembre, antes de empezar las clases. Un poco más de carretera y estamos en Burgos despidiéndonos o emplazándonos para la siguiente actividad. Esa noche dormimos intensamente y contentos.